Son las líneas que nunca hubiera querido escribir, pero el “tránsito” de José Ignacio me obligan a ello. Son unas líneas, fundamentalmente, para quienes no le conocieron; a los que sí lo hicieron, les pido disculpas por las muchas carencias. José Ignacio Arrieta Heras fue, ante todo, una gran y buena persona. Allí por donde pasó, dejó huella y dejó amigos. No se si sus profundas convicciones, su férrea fe cristiana y su amplio humanismo fueron los pilares en los que cimentó su bondad. Sí, porque José Ignacio fue un hombre bueno. Y yo creo que lo era porque tenía la sensibilidad a flor de piel. Era benevolente porque creía en las personas,
Conocí al personaje antes que a la persona. Y el personaje me mereció admiración. José Ignacio había sido consejero en el primer gobierno de coalición PNV-PSE después de la restauración de la democracia. Me consta que entre sus compañeros de aquel Gobierno, algunos amigos míos, dejó una huella indeleble de buen político y buena persona. Había liderado la puesta en marcha de la RGI. Todo un logro. Era, además, hermano de mi amigo Tomás y, quizá inconscientemente, apliqué una especie de transitiva familiar (“los hermanos de mis amigos son mis amigos”) que me ha funcionado, a lo largo de los años, con todos los miembros de esa familia que he c