Despedimos 2022, un año convulso y ciertamente complejo en muchos aspectos, obviamente también en lo que se refiere a la situación socioeconómica, con una sensación en cierto modo contradictoria. En los primeros meses del año, cuando teníamos ya controlada la pandemia del coronavirus y prácticamente todas las previsiones apuntaban a una recuperación relativamente rápida y sobre todo sólida, irrumpieron en nuestro horizonte inmediato amenazas que parecían propias del pasado y dábamos por superadas: una guerra en el este de Europa, por la invasión injustificable de Ucrania por parte de Rusia, y una inflación desbocada que llegó a superar los do
Comienzan a conocerse los primeros resultados y valoraciones del pasado ejercicio en diferentes empresas y organismos. Y todos muestran un patrón común: un dinamismo importante que se ralentiza a finales de año. Desde los resultados de Elkargi que, gracias a su labor de avalista, es una buena herramienta con la que tomar el pulso a las empresas, hasta el termómetro de la economía del Gobierno vasco, pasando por el Informe de Perspectivas de Laboral Kutxa, que no augura que vayamos a entrar en recesión. Los resultados de la sociedad de garantías recíprocas reflejan muy bien, por su cercanía a las compañías, la realidad de la actividad empresar