“Data y longevidad saludable”

Alberto Bokos, CEO de Plataforma50 Hacking Longevity

Alberto Bokos, CEO de Plataforma50 Hacking Longevity

Cada día generamos un rastro digital masivo: transacciones bancarias, compras online, mensajes, búsquedas, electrodomésticos conectados. Las plataformas digitales aprovechan exhaustivamente estos datos para personalizar servicios y maximizar beneficios. Pero estos mismos datos contienen algo más valioso: señales tempranas sobre nuestra salud y capacidad funcional. La pregunta ya no es si la tecnología puede vigilar nuestra salud, sino cuándo empezará a hacerlo sistemáticamente.

De la detección de fraude a la detección de fragilidad.
La banca utiliza inteligencia artificial para analizar patrones transaccionales en tiempo real e identificar anomalías que delatan fraudes. La misma lógica algorítmica puede detectar cambios sutiles que anticipan deterioro de salud: pagos duplicados, errores repetidos de contraseña, compras cada vez más simples, transacciones irregulares, medicamentos sin receta comprados recurrentemente.
Añádanse datos de otras fuentes: velocidad de escritura decreciente, menor frecuencia de comunicaciones, uso irregular de electrodomésticos, patrones de sueño fragmentados. La integración de estas señales dispersas puede alertar de cambios funcionales antes que los sistemas sanitarios tradicionales. Para 2025 se estima que el volumen global de datos de salud alcanzará 10.000 exabytes. El activo ya existe: lo estamos entregando gratuitamente cada día.

Silver Economy: del extractivismo al ecosistema
Este fenómeno replica la evolución de la Silver Economy. Su primera generación se ancló en el poder adquisitivo de las personas mayores con enfoque extractivo, tratando de demostrar ROI, pero ignorando necesidades reales. Ahora el enfoque es holístico: no se trata de vender productos "para mayores", sino de crear infraestructuras que sostengan la longevidad saludable.
Apoyar el envejecimiento no requiere únicamente nuevos dispositivos médicos. Requiere inteligencia aplicada sobre datos que ya existen, procedentes de plataformas que usamos cotidianamente y que no fueron diseñadas para vigilar la salud, sino para otros fines.

El vacío regulatorio: oportunidad y riesgo
Nuestros comportamientos cotidianos ya se interpretan como señales biométricas. Sin embargo, carecemos de marcos regulatorios que gobiernen la inferencia de datos de salud a partir de datos conductuales. Entre el vacío normativo y la prohibición absoluta hay un espacio para regulaciones que protejan la privacidad y faciliten innovación. La cuestión central no es tecnológica, sino de diseño político: ¿quién tendrá acceso a estos datos? ¿Con qué finalidad? ¿Bajo qué garantías? ¿Quién capturará el valor generado? ¿Las plataformas tecnológicas? ¿Los sistemas sanitarios públicos? ¿Las aseguradoras? ¿La propia ciudadanía?

El modelo que emerja determinará si estos datos extienden la esperanza de vida saludable o profundizan desigualdades. La decisión sobre quién gobierna esta infraestructura digital de salud es, fundamentalmente, una decisión sobre qué tipo de longevidad queremos construir como sociedad.

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