“Euskadi frente al nuevo proteccionismo global: resiliencia presente, retos estratégicos futuros”
Joseba Madariaga, director de Estudios de Laboral Kutxa. Catedrático de la Universidad de Deusto
- Joseba Madariaga
- 16-Mayo-2025

Joseba Madariaga, director de Estudios de Laboral Kutxa. Catedrático de la Universidad de Deusto
La economía vasca ha mostrado una notable solidez en el arranque de 2025. En el primer trimestre, el PIB creció un 0,6% con respecto al cuarto trimestre de 2024, impulsado especialmente por el buen comportamiento de la industria y la construcción, mientras que el empleo aumentó un 0,4%. A este dinamismo se suma un mercado laboral en expansión, que ha alcanzado un nuevo récord con más de 1,024 millones de afiliados a la Seguridad Social el pasado mes de abril. Sectores como la industria manufacturera, la educación, los servicios sociales y la hostelería sostienen esta evolución positiva. La caída del paro, especialmente entre jóvenes y mayores de 45 años, refuerza el diagnóstico de una economía que mantiene capacidad de tracción incluso en un entorno internacional adverso.
Este contexto favorable para Euskadi contrasta con una Europa que, si bien ha mostrado cierta resiliencia, sigue operando bajo un marco de fragilidad estructural. Según los últimos datos revisados del PMI (Índice de Gestores de Compras) compuesto de abril de 2025, la actividad económica de la zona euro se ajustó levemente al alza (de 50,1 a 50,4), lo que equivale a que, de momento, el crecimiento del segundo trimestre marcha a un ritmo trimestral inferior al 0,25%. El dato revela una divergencia entre sectores: mientras las manufacturas aguantan gracias a estímulos fiscales y debido a la anticipación de exportaciones, el sector servicios —especialmente los orientados al consumo— muestra señales claras de desaceleración, arrastrado por la pérdida de confianza y la incertidumbre prolongada. España mantiene el PMI más elevado (52,5), aunque con deterioro con respecto a marzo, mientras que Alemania e Italia se mantienen en crecimiento moderado, y Francia bordea la contracción. El escenario europeo sugiere que, salvo una resolución rápida del conflicto arancelario con Estados Unidos, es probable que el debilitamiento de la actividad se extienda en los próximos meses, obligando al BCE a mantener una vigilancia estrecha sobre los indicadores adelantados.
La orientación exportadora de la economía vasca hacia los mercados europeo y norteamericano sitúa a nuestro sector industrial en una posición de vulnerabilidad frente a políticas comerciales restrictivas. Actividades como la automoción, la máquina-herramienta y la ingeniería avanzada podrían verse especialmente afectadas por la pérdida de acceso preferencial o el encarecimiento relativo de sus productos en mercados clave, comprometiendo su competitividad externa. El entorno de tensiones comerciales también introduce posibles presiones al alza sobre los precios internos y ello, unido al clima de incertidumbre internacional, está afectando negativamente a las decisiones de inversión, especialmente en sectores con alta exposición a cadenas de suministro globales o que dependen de la demanda externa para su expansión. Aunque Euskadi muestra una notable solidez en su desempeño económico en la actualidad, tal y como se deduce de las principales cifras macro, los riesgos derivados de una fragmentación comercial persistente y de la erosión del orden económico multilateral no deben subestimarse. La combinación de incertidumbre prolongada, tensiones en las cadenas de suministro y presiones sobre los costes de producción configura un entorno que, sin llegar a una estanflación plena, sí contiene elementos que pueden converger hacia ese escenario: debilidad del consumo, encarecimiento de inputs y deterioro de la demanda externa. Y, desafortunadamente, Euskadi no está aislada de estos riesgos, especialmente dado su perfil industrial abierto y especializado.
Ante este contexto, Euskadi debe articular una respuesta estratégica que consolide su resiliencia y refuerce su posición en la economía global con medidas como:
• Modernización industrial: acelerar la transición hacia procesos más limpios y digitalizados, particularmente en sectores como la automoción, la máquina-herramienta y la siderurgia.
• Diversificación geográfica de mercados: avanzar hacia acuerdos y destinos menos expuestos al riesgo geopolítico transatlántico, como India, Canadá o América Latina.
• Atracción de inversiones estratégicas: posicionarse como destino para proyectos de relocalización o ‘friendshoring’, aprovechando la estabilidad institucional y la capacidad industrial instalada.
• Cohesión territorial y sectorial: garantizar que la transición productiva llegue también a comarcas más expuestas y sectores más vulnerables, con planes específicos de acompañamiento.
• Proyección europea: articular alianzas con otras regiones industriales y canalizar propuestas hacia Bruselas para diseñar instrumentos de apoyo ante choques comerciales.
En definitiva, más allá del impacto inmediato de los aranceles, lo que está en juego es nuestra capacidad para adaptarnos a un entorno internacional que exige resiliencia, visión estratégica y políticas anticipatorias. El impulso económico actual ofrece una base sólida desde la que actuar, pero será la calidad de las decisiones en este nuevo contexto la que determinará si logramos transformar el riesgo en oportunidad. Como en otras etapas críticas de nuestra historia reciente, la clave estará en responder con unidad institucional, ambición industrial y vocación europea.