
Marchábamos de vacaciones y lo hacíamos con la vista puesta en Estados Unidos y sus aranceles. Y volvemos a la rutina de septiembre con el mismo tema. La imagen de la presidenta de la Comisión, siendo recibida por el presidente de los EE.UU. en uno de sus campos de golf en Escocia no parecía la mejor escenografía para anunciar el acuerdo. Y a mediados de agosto se conoció la letra pequeña: tasa del 15% general a las exportaciones europeas, del 50% al acero y aluminio, compromiso de inversión de las empresas europeas de 500.000 millones de dólares en EE.UU., compras por 750.000 millones de dólares en gas natural estadounidense en tres años y adquisición de grandes cantidades de armamento a empresas norteamericanas.
La pregunta, y la duda, es si es buen acuerdo para ambas partes, porque a primera vista parecen unos compromisos muy escorados hacia una orilla del Atlántico. La presidenta de la Comisión lo ha defendido asegurando que es una “decisión estratégica”, pensada para garantizar estabilidad y previsibilidad económica en un contexto internacional marcado por tensiones y competencia global. Las voces críticas apuntan a una derrota o capitulación de Europa, que se ha desarmado ante Trump, especialmente en términos geopolíticos. Además, el acuerdo no terminará con la incertidumbre, porque nadie puede garantizar que dentro de un tiempo el presidente norteamericano vuelva a reclamar nuevas exigencias.
Está claro que establecer aranceles es malo para todos y lo que habrá que evaluar es cómo de malo es el resultado para la UE y también para EE.UU. El acuerdo va a destruir relaciones comerciales y repercutirá en varios sectores exportadores europeos, pero al no responder con aranceles recíprocos, podría elevar la inflación en EE.UU. en los próximos meses, y serán los consumidores estadounidenses los que realmente paguen esos aranceles. Quizás una guerra comercial hubiese sido peor porque se hubieran resentido las exportaciones europeas en general. ¿Era el mejor acuerdo posible? Veremos. Lo único seguro es que volveremos a hablar del asunto.