Donostia celebra a Eduardo Chillida en el primer centenario de su nacimiento

Personalidades del mundo de la política, familiares del artista y el público donostiarra se reunieron en el Teatro Victoria Eugenia en un acto que giró en torno a su obra y su pensamiento

Celebración del centenario del nacimiento de Eduardo Chillida.

“No vi el viento, vi las nubes pasar, no vi el tiempo, vi las hojas caer”. Eduardo Chillida no solo ha sido uno de los escultores más significativos del siglo XX, también un pensador enraizado a su tierra con los brazos abiertos al mundo. Su pensamiento universal y su obra es el legado que ha dejado y que pervivirá durante generaciones. A los 100 años de su nacimiento, la Fundación Eduardo Chillida - Pilar Belzunce celebró un acto conmemorativo gratuito y abierto al público en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia - San Sebastián, en el que participaron personalidades de la política como Ernest Urtasun, Ministro de Cultura; Bingen Zupiria, consejero de Cultura y Lingüística del Gobierno Vasco; Eider Mendoza, diputada general de Gipuzkoa; Eneko Goia, alcalde de Donostia-San Sebastián; y Xabier Lertxundi, alcalde de Hernani.
Presentado por Anne Igartiburu y Mikel Chillida, nieto del escultor y director de desarrollo de Chillida Leku, y con la presencia del artista representada por la obra Estela XIV (1992) en el escenario, el acto giró en torno a la obra y el pensamiento de un artista de grandes valores universales que aún sigue teniendo la capacidad para generar cohesión social a través del arte y el pensamiento. Para la familia del artista, este primer centenario “celebra la vida de Eduardo Chillida, que nos ha dejado no solo la huella de su obra, sino también la huella del pensamiento, la de una forma diferente de ver la vida porque los artistas desaparecen pero, de algún modo, permanecen”, aseguró Mikel Chillida. 
El bloque institucional lo abrió Eneko Goia, alcalde de la ciudad de Donostia-San Sebastián, que recordó cómo “Eduardo Chillida surcó ese puente invisible que une las dos orillas de la creación: el que separa o une, según se mire, el lado de los artistas, del de los genios. Eduardo cruzó ese puente invisible. Y lo hizo poco a poco, en silencio, sin armar ruido. Y para cuando se dieron cuenta, aquel muchacho espigado y con el pelo revuelto, ya estaba en el otro lado, junto a otros grandes del arte mundial. Hace cien años nuestra ciudad no conocía ni se expresaba a través de las obras de Chillida. Hoy, no somos capaces de imaginarla sin ellas”.

Chillida Leku, una utopía hecha realidad
Si bien en un inicio Chillida creía que era él quien escogía los lugares, con el tiempo se dio cuenta de algo: era el lugar quien lo escogía a él. Así es como Pilar Belzunce y el escultor encontraron en Hernani un caserío en el que hacer realidad su propia utopía: “hacer algo para las personas donde nos sintiéramos más pequeñas de lo que nos creemos y más iguales las unas a las otras”, recordó Mikel Chillida. Aquel sueño que había proyectado cobraba vida como Chillida Leku, su obra más íntima, personal y ambiciosa, un lugar que guarda con mimo sus esculturas y que invita a reflexionar en torno al arte y la naturaleza y donde ondea la bandera de la tolerancia. 
Con sus raíces en el País Vasco, sus manos abrazaron los horizontes de todo el mundo y los transformaron en lugares únicos. Desde Hernani se proyecta al mundo todo el ideario del artista para el que “mirar es intentar ver, y normalmente ver es muy difícil. Sé que en el interior de las cosas que estoy mirando hay gran cantidad de cosas que soy incapaz de ver... pero que existen”. Xabier Lertxundi, alcalde de Hernani, hizo hincapié en la relación que el artista mantuvo con la localidad en la que se enclava el museo: “Chillida tuvo una estrecha relación con Hernani, donde la familia vivió durante algunos años y comenzó a trabajar con el hierro. Estamos trabajando para que Hernani y la obra de Chillida sigan unidas, con la seguridad de que Eduardo y Pilar lo verían con buenos ojos". 
 El conjunto de obras de Chillida, tal y como recordó Mikel Chillida durante el acto, propicia el encuentro “de la naturaleza con la poesía, entre materia y espacio”. Pero también “permite encontrarnos a nosotros mismos y dialogar con el espacio que nos rodea”, amplió Anne Igartiburu. Uno de esos diálogos que tuvieron lugar en el escenario del Teatro Victoria Eugenia fue el de Chillida con la danza de la mano de la compañía Metamorphosis Dance de Iratxe Ansa (Premio Nacional de Danza 2020) e Igor Bacovich, con la pieza Horizonte, interpretada por los bailarines Sephora Ferrillo y David Serrano.

Eduardo Chillida a través de sus pensamientos
La obra de Eduardo Chillida no solo se circunscribe a la escultura y a la obra en papel, también fue un pensador que plasmó su particular forma de ver la vida y el mundo por escrito. Para el artista la palabra era también un lugar de encuentro y con el objetivo de recordar sus pensamientos y reflexiones Susana Chillida, cineasta e hija de Eduardo Chillida, recitó algunos de sus escritos. Junto a ella, Ricardo Pinilla y Ana María Rabe dieron voz a Plotino, Heráclito, San Agustín, San Juan de la Cruz, Heidegger, Kant, Gandhi, Jorge Guillén, Gaston Bachelard, Eugen Herigel, Antonio Machado, Ellie Wiesel María Zambrano y Clara Janés. 
Curioso por naturaleza y ávido por el aprendizaje, Chillida afirmó que todas sus obras son interrogaciones. Durante toda su trayectoria, Chillida nunca dejó de plantearse preguntas y ese deseo de saber le llevó a utilizar herramientas no solo físicas sino también sensitivas, como la música, la filosofía o la ciencia. Su trabajo está atravesado por cuestiones vitales como la cultura, los derechos humanos, la libertad, la tolerancia, la defensa de los derechos humanos, la fraternidad o el respeto a la naturaleza. En este sentido, la escucha siempre fue un valor indispensable para su trabajo: “Hay que escuchar mucho para hacer algo, para que una obra llegue al final tiene que pasar por muchas instancias”, dijo.
Es de sobra conocido que una de las grandes inspiraciones de Chillida fue la música, en concreto la de Johann Sebastian Bach, a quien dedicó una de sus obras. Por este motivo, Musikene, Centro Superior de Música del País Vasco, ofreció una selección de piezas para violonchelo interpretadas por Mariia Slashcheva. 

El valor de la obra pública
Consciente de la fuerza estética del espacio público como elemento artístico y como lugar de encuentro para el diálogo y la convivencia, el escultor fusionó a menudo escultura y arquitectura con el paisaje, hasta repartir más de 40 esculturas públicas por el paisaje urbano de varias ciudades de todo el mundo. A pesar de su internacionalidad, Chillida creía que sus obras tenían que expresarse por sí solas y, por esa razón, confiaba en que en ellas existen las raíces vascas que abren sus ramas al mundo. 
En su intervención, el Ministro de Cultura, Ernest Urtasun, destacó que para el Ministerio de Cultura supone un orgullo participar en la difusión de este centenario. Y subrayó lo idóneo del acto para “celebrar la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, con la que nuestro Ministerio acaba de reconocer a Chillida Leku, ejemplo pionero de esa convivencia sostenible, y posible, entre arte y naturaleza”. Además de mencionar rasgos del artista como “la preocupación por lo humano en el arte” y su “afán por transitar espacios desconocidos”, Urtasun resaltó que “hay algo que es radicalmente contemporáneo, actual, en el pensamiento de Chillida y es la consideración de su obra como ‘asunto público’, al igual que hoy consideramos la cultura y la creación como grandes “asuntos públicos”. Parece obvio, pero no siempre ha sido así”, señaló.
Para Eduardo Chillida la cultura tiene la capacidad de abrir miradas y mentes y con eso siempre presente trabajó para que la cultura fuera universal. En este sentido, Eider Mendoza, diputada general de Gipuzkoa, afirmó que la obra de Eduardo Chillida, “siempre nos dice algo nuevo y nos conmueve de forma profunda. Acercarnos a sus obras significa entendernos un poco mejor como sociedad, como territorio y como país”, expresó en referencia a quien ha recordado como puntal de toda una generación de artistas que, en plena dictadura, “dotaron de una estética y de un imaginario colectivo al pueblo vasco, conectando a nuestra cultura con las vanguardias culturales de Europa y del mundo”.
Estas palabras entroncan con las de Bingen Zupiria, consejero de Cultura y Política Lingüística del Gobierno Vasco, que ha comentado "este aniversario es una fantástica oportunidad para celebrar al artista y su obra pero también sus valores. A Chillida le debemos la tranquilidad, la inquietud y el placer que despiertan sus obras. Eduardo Chillida no es solo nuestro sino también lo es de quienes viven en París, Berlín, Sevilla o Gijón y de cualquier persona que disfruta de su obra en cualquier lugar del mundo. Hoy nuestro país, su pueblo, muestra su respeto y celebra este homenaje a un artista universal".

Eduardo Chillida, transversal
Otra de las notas musicales de la noche la puso el coro Landarbaso Abesbatza con Ukhutula (African song) y Zorion (Laura Jekabsone), una selección de obras realizada por su director Iñaki Tolaretxipi. Poco después, tomó la palabra Luis Chillida, hijo de Eduardo Chillida, en nombre de la Fundación Eduardo Chillida - Pilar Belzunce, que ha impulsado Eduardo Chillida 100 años. Con una intervención en la que recordó diversas anécdotas familiares, Luis Chillida confesó que sus padres les dieron “libertad para hacer lo que quisiéramos pero también nos trasladaron la responsabilidad de cuidar lo que crearon juntos”. 
El hijo del escultor quiso recalcar que este centenario no lo están haciendo solos sino que está siendo apoyado por diferentes instituciones como es el caso de la Familia Real, que se sumó a la celebración a través de unas palabras con las que recordaba a “uno de nuestros artistas más reconocidos e internacionales”. También remarcó que “el centenario es una oportunidad para celebrar la vida de nuestros padres, recordar el legado importante que nos dejaron y mantenerlo vigente tanto ayer como hoy”. 
Uno de los momentos más emotivos del acto llegó cuando el mismo coro cantó el tradicional poema Txoria txori de Joxean Artze mientras un vídeo con imágenes de Eduardo Chillida daba por finalizado un acto con el que se inicia un año que estará protagonizado exposiciones, nuevas publicaciones, talleres y proyectos de diversa índole por todo el mundo que permitirán encontrarnos a través de su obra.

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