La pasada edición del Global Innovation Day supuso el punto de partida para volver a dar un nuevo impulso a una apuesta que el país está desarrollando desde hace ya muchos años: basar el crecimiento socioeconómico en el talento, el conocimiento y la innovación. El objetivo es claro y ambicioso, aunque no sencillo: situar a Euskadi entre las 50 regiones más innovadoras de Europa. Un gran desafío colectivo. Ponerse metas grandes siempre es una de las bases para poder tener éxito. Tener una sana ambición es lo que mueve e impulsa a querer hacer más, a lograr más, a ser más, a dar más. Cuando nos ponemos metas grandes, nos esforzamos más. Conseguiremos llegar tan lejos como nos lo propongamos, lograremos lo que decidamos lograr, conseguiremos lo que nos atrevamos a soñar, siempre y cuando perseveremos hasta conseguirlo. Porque, como muchas veces hemos apuntado, este ámbito de la innovación es una carrera sin fin. Es como una bicicleta en la que si dejas de dar pedales te paras y pierdes el equilibrio. Esa tiene que ser la apuesta. No partimos de una mala posición, pero no nos podemos conformar con ser una isla en un entorno de medianías. Y en este camino, la reorientación de la estrategia de Innobasque, el poner el foco en las pymes, en la innovación no tecnológica y en los resultados e incrementar las inversiones son unas buenas pautas de comportamiento.